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¿Por qué mi Iglesia NO CRECE?


Eres un ministro o líder y tu grupo no crece, éste artículo está hecho para tí.

INTRODUCCIÓN

Todos los ministros tienen algún momento en que llegan a formularse la pregunta ¿por qué mi congregación no crece? Se vuelve más constante cuando han pasado muchos meses, posiblemente años, y la congregación sigue igual en número.

La preocupación se acrecienta cuando sus miembros emigran a otras congregaciones que están en constante crecimiento. Si este es tu caso, te tengo una buena noticia: ¡La Palabra de Dios tiene la respuesta! Este día quiero hablarte sobre seis principios para que una iglesia crezca.

1. OLVÍDATE DE LOS NÚMEROS

Lamentablemente, muchos ministros y congregaciones han reducido la misión de Jesucristo a cifras numéricas. Al escuchar que tal congregación tiene una asistencia numerosa, muchos se trazan metas que sólo les deja frustración cuando no pueden alcanzarlas. Adoptan método tras método de iglecrecimiento y parece que nada funciona.

Nada funciona porque se está haciendo de la manera incorrecta. Quiero dejar claro que no estoy en contra de los métodos de iglecrecimiento, estoy en contra que se sustituya la obra de Jesucristo y el Espíritu Santo por un método, que se cambie la predicación de la Palabra Cristocéntrica por charlas motivacionales, la alabanza por canciones, los cultos por reuniones, los templos por auditórium, todo por el afán de atraer más números, o por lo menos entretener los que tenemos.

Está bien que pensemos que la iglesia debe actualizarse y predicar en el contexto de la gente, pero está mal que cambiemos la esencia del mensaje y que la iglesia pierda de vista el propósito por la cual fue creada: Instrumento de reconciliación, transformación y redención.

¿Está Dios en contra de que se salven multitudes? Definitivamente no, su mandato fue ir a todo el mundo. En el libro de Jonás encontramos que Dios le dice al profeta: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad…” (Jonás 1:2), “… Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino.” (3:3).

Notamos entonces que Dios estaba enviando a su misionero a una ciudad grande. Aquí aprendemos que Dios está interesado de multitudes, y nos ha hecho ministros para predicar y alcanzar multitudes.

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