“Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.” Juan 15:8
Si en mi adolescencia me hubieran dicho que hoy acompañaría a muchos jóvenes de Latinoamérica a conocer cómo compartir el evangelio no me lo hubiera creído. Desde pequeña conocí a Dios, nací en una familia cristiana y mis padres como pastores compartían conmigo sobre el amor de Jesús hacia nosotros, su historia y todas sus bondades; así empecé a tener una relación real con Él. Sin embargo, llegó la adolescencia con todos los cambios, considero que yo era tímida, intentando encajar y empezaba a pensar ¿Qué tendrá Dios preparado para mí?
En la iglesia donde asistía empezaba a ver cómo se desenvolvía todo en torno a la misión. Los hermanos que contaban cómo evangelizaron a sus vecinos, campañas se daban y gente se convertía, cómo mediante un gran mensaje los invitados aceptaban al Señor y así me preguntaba ¿podré compartir de esa manera el mensaje? No me veía desenvolviéndome en un liderazgo o hablando frente a todos.
No sabía cómo podría yo ser parte del llamado y creía que solo iba a dedicarme a mi carrera profesional y apoyar a mis padres en nuestra iglesia local en lo posible. Hoy a mis 28 años entendí que Dios tenía otros planes para mí. Mi vida ahora se desarrolla en mi profesión con un emprendimiento, dirigiendo a los líderes de la Generación Emergente de mi región y encargándome de coordinar el programa Misioneros Urbanos para los jóvenes y señoritas de Latinoamérica.
¡De eso se tratan los planes magníficos de Dios! Te llevan al propósito de llevar SU mensaje. Y antes de conocer cómo compartirlo es necesario conozcas ¿POR QUÉ LO HACEMOS? “En efecto, nosotros somos colaboradores al servicio de Dios; y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.” 1 Corintios 3:9
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