“Dios mío, tú estás en el cielo, pero cuidas de la gente humilde; en cambio, a los orgullosos los mantienes alejados de ti.” (Salmos 138:6 NVI)
Antes de que Dios pueda usarnos, debemos arrancar de raíz el orgullo, la autosuficiencia y todos los grandiosos planes que hemos elaborado por nuestra cuenta. Tenemos que reconocer que: no somos tan importantes, en realidad…sin Dios no somos nada.
Cuando las cosas salen bien, y recibimos muchas palabras de felicitaciones, recordemos que: a Jesús debemos asignarle todo crédito. La humildad, es como un perfume que llama la atención de Dios.